martes, 5 de julio de 2011

Madre quisiera vivir en tu tiempo



Madre Luna
existencia contra estos tiempos
que tanto quisiera vivir tu tiempo
entre las hojas de humedad de tu melancolía
o en el borde de tu silencio donde amas
o en la llama de la antorcha que dejaste.


Madre perenne
hasta cuantos tus días sobre la faz de la tierra
cayada sembrando entre el humus lo que tenías que sembrar
estirpe que traes entre los pliegues de tu amor
y solemne en aquél leve toque de naipes sobre la  mesa
ligero temblor de tus manos que abre tus cartas: escalera!
 para intentar ganar la partida a esta vida más allá
de tu gestar como el trigo que solo se desgrana de la espiga
y en aquél místico silencio de tus ojos que parece fluir
de un silencio mayor que habita tu imaginario templo sagrado
donde noches enteras sueltas tu alma para indagar
 los innumerables signos de los tantos por qué
y por caminos que abres vas atando conjeturas
que al rayar el día por tu ventana condensa en tu mirar
y condescendiente haces ofrenda en aquél leve dulce sonreír
todo un código que tallas en tu descendencia para abrir amaneceres.

Y ciertamente en tus infinitos surcos lloviste rocíos
caudal de largo manantial de suspiros enamorados
con igual lluvia de esperanzas que te vienen de muy lejos
unos para tejer puras tristezas por querer tanto
hasta  la dimensión del anhelo de tu vivir
y otros tan hondos que solos se transubstan en melancolías
en tu alma porque quieres con intensidad
que tus simientes lleguen hasta la pura alegría
como esos racimos verdes de bulbitos de maíz
hambrientos de parir mazorcas solo para un largo vivir
¿sabes si entre tú y tus simientes logran saciar la sed?

Ciertamente parte de tu vivir en este tiempo apagó penumbras
encendiendo llamitas sobre aceite que todavía llamean en tus pupilas
aunque tu melancolía nos confiesa que no fue suficiente el fogón
pero, madre, precisamente es ahí donde anida tu esencia perenne
porque entre albas y auroras un día decidiste prolongarte en simientes
construyéndoles nidos con todo aquello que aspiras de la vida
pero contra el querer tu tiempo físico en la Tierra llega agotarse
sin llegar a saber completamente si la siembra fue suficiente
¿y cómo saberlo en ese transitar de tristezas a melancolías?
¿cómo saberlo si el código aún solo es interrogantes?

Entonces, con la valentía que siempre anidó en tú corazón decides
en un amanecer levar anclas en tu bajel aromado con aires de tango
con parte del velamen de tus sueños que no alcanzaste sembrar
hacia estratos de éter que de noche fulguran de puro azul
y entre ellos desde aquella última estrella de las pléyades
hacerte faro de vigilia hasta que esa melancolía
esos fragmentos de velas que hacen cabriolas entre tus dedos
vaya transustanciándose en gotas que destellen pura alegría
para solo vivir
los hijos de tu esencia
los hijos de tus hijos
los hijos de los hijos de tus hijos
y no cesar hasta que termine abrir el código
hasta cuajar en substancia de la vida
perennidad en el universo



Copiamos de:

http://embusteria.blogspot.com/

miércoles, junio 29, 2011



Cuántos días contiene la tristeza
madre cuántas gotas de melancolía
arrastra una lágrima cuánta memoria
cabe en tus abrazos olorosos a pan

Qué ocurrió que tus años se hicieron
tan leves que no llegaste a mirarte en
las pupilas de mis niños que saben
deletrear tu nombre al borde de
una foto que nunca han dejado de mirar

Qué pasó que tu sonrisa se fue aquietando
hasta dar paso a un silencio que aún escucho

Te sé doblada sobre un dolor del que
no hablabas para que a nadie hiriera
la estructura quebrada de tus huesos
mientras me regalabas tus bendiciones
para que yo arropara en ellas los días
de verte ir hacia unos adioses que
estaban sembrados desde tu propio
nacimiento y el mío adosado a la
ternura que me entregaste como mi
único escudo

Cómo decirte madre que cada día
hago de tus silencios un adagio que
en el interior de mis arterias escribe
un poema de amor en medio de estos
tiempos atroces

Me sostiene tu temple desolado
tu sonrisa envuelta en un pañuelo
bordado con tu nombre
la persistencia mineral de tu
corazón abrumado que trasegó
toda contingencia mientras encendías
los viernes las lámparas de aceite
en las que reconstruías el rostro
lejano de una abuela que se fue
sin aviso dejándote en los párpados
el sabor de una ausencia que siempre
te acompañó

Con tus sales madre he aliñado
las horas para espantar tanta muerte
que se fragua en medio de una historia
que no le da tregua a la vida

Con tus linos le he tejido envolturas
de flor a los hijos para que salgan ilesos
de las batallas desiguales de un tiempo
destrozado

Nunca te deposité en la piedra madre
porque antes de sembrarte ya te habías
ido conmigo a la morada de los pájaros
al recinto de los jazmines al territorio
de la risa en los que mis niños invocan
tu entidad de luna tu conjuro de laura
recitado al compás de un tango que
siempre entonaste a orillas de ti misma
mientras yo te trenzaba el cabello con
hilos de plata y estrellas fugaces

Y desde entonces andas conmigo
en esta travesía de soledades

De la mano te llevo a los nísperos de mi
infancia al patio donde dejamos
aquel ladrido que no escuchamos
mientras un metal le estampaba
una huida a su candor
al cuarto morado donde la otra
abuela detuvo el girar de la vida
aguardando un no sé qué
al instante de los abrazos con los
que resguardabas los sueños que
no tuve sobre un piano que jamás
aprendí a tocar y en la punta de unas
zapatillas que jamás calzaron mis
ansias de danzar sobre la hierba

En este junio centenario madre
me acuesto como tantas noches a tu lado
para escuchar el ritmo de tu respiración
para amanecerte con un manojo de
quereres un tiempo de resurrección
y un espacio para que vengas a
acurrucarte con los niños de mis niños
que te aguardan con pedacitos de luna
apretados entre sus manitas
piedras de mar recogidas en la arena
y un canto de pájaros enhebrado
entre sus rizos para que te quedes
por siempre y para siempre en el
corazón de los lirios en la corteza
de los árboles en el frenesí dorado
de los atardeceres por los que un domingo
de marzo te fuiste navegando en una
luna nueva hacia el recinto de los adioses
que nunca te dimos

30 junio 1911 / 30 junio 2011
mery sananes

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