domingo, 12 de junio de 2011

La vida en las acrobacias de un balón




Otra partida tras
 otras para ir a la cuenta
ya es senda en la noche
tras aquél día
¿Y toda esa risa
ese pensamiento
de cada mañana
que anida al atardecer
y ese hacer inconcluso
tantos anhelos
después de la lágrima
el amor en tinaja de tierra
la solidaridad en manos
las promesas juradas
se extinguen
en verdad mueren?
Creo firmemente
en un éter dehiscente
la sustancia que va sumando
papiros de la vida que no pudo ser
Y en cada morir hay una síntesis
hierba que se abre en flor
morir para solo vivir


Otro que leva anclas… y por eso  envío recado a Aníbal Sánchez Padrino, el amigo “pan d’ horno”.


Pedro “Camagüey” Espinoza! … presente profesor! Y la voz nacía del fondo del aula, de los últimos pupitres. Y algunos de sus profesores solían levantar el rostro, interrumpiendo momentáneamente el pase de lista, para ver si el de la voz era en verdad, el estudiante Camagüey. Y en verdad, él estando o no estando presente en el aula, su figura siempre estaba allí. Era como imborrable… porque por sobre todas las cosas que protagonizaba, todos le querían.


Y al Camagüey estudiante, basquetbolista, compañero y amigo, quiero siempre recordar, y con él, al Liceo Agustín Codazzi. Pero, seguramente, el mundo del básquet, en  especial, el rentado, profesional, lo registrará como el “Icono”, la “leyenda”, el único con seis títulos, el medallista, el primero en básquet del Salón de la Fama del deporte venezolano. Y en verdad, ese es Camagüey Espinoza. Para otros será, el Abogado Pedro Espinoza.



Camagüey! … presente profesor!, y bajo la mirada del profesor Nicandro Angulo -de matemáticas-, pasa al aula a rendir el examen final de matemáticas. Y más o menos con estas palabras, se dirigió al estudiante: Camagüey, vamos a ver -al tiempo que dibujaba en el pizarrón un círculo-, qué figura es ésta, dime Camagüey, y te vas. Pero Camagüey, con la tiza en la mano, y pasando, alternativamente, su mirada perpleja -con deje juguetona-, de la cara del profesor a la pizarra, no pudo dar con la respuesta. Sencillamente se quedó mudo. Y Camagüey tuvo que salir del aula de clases. A la tarde, Camagüey, con su alegría de siempre, jugaba al baloncesto. Y qué pasó, Camagüey, por qué no respondiste! Pero, ante nosotros, solo atinaba bañarnos en la sonrisa que siempre desplegaba. Porque él siempre estaba como jugando, pero en cuanto al básquet, jugando en forma seria ante las circunstancias de la vida.


Ahora, pienso desde su altura septenaria y de la mía propia, que Camagüey nunca miró al círculo, solo miraba extasiado  las piruetas del balón de básquet que iba encestar. Y es que a este deporte él le entregó su pasión, su alma. Fue el mundo donde vivió: Camagüey y básquet eran la misma cosa. Y verdaderamente, llevó a la gloria al baloncesto. Porque, además de los trofeos, medallas, ganados, su pasión y ardor en la dirección de los Equipos que dirigió, en aquellos ardorosos juegos, arrancaba entusiastas aclamaciones y torrentes de aplausos a la gran “feligresía” del basquetbol.


 Y esta anécdota estudiantil, como tantas otras, como aquella que hizo decir al profesor Parra Torrealba -de Castellano y Literatura-, en el patio arbolado del Liceo, jugando “bolas criollas”, ante sus constantes ocurrencias: Camagüey eres cosa incorregible!, se hicieron “documentos” de la historia estudiantil del Liceo Agustín Codazzi, al punto de ser una de sus tantas notas esenciales. Y allí está registrado el carácter alegre de la vida, de la historia del primer Liceo de Maracay. Camagüey es parte de ella… Amigo, estamos contigo!




Wolfgan Amadeus Mozart
Obra: Ave Verum Corpus, 1791
Fragmento: completa


 

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