Pinturas/René
Magritte
La inocencia del
niño
manifestando su
alegría
cuando juega
convirtiendo
todo en maravilloso
juguete
o la del botón de
una planta
cuando empieza
abrir
para hacerse una
flor
o el vuelo un poco
inseguro
de la mariposa que
acaba
de salir de su
crisálida
o la del pájaro
bajo el alba
cuando comienza su
trinar
en la rama más alta
del árbol
o de la sutileza
del adagio
que inicia la
sinfonía
así como la
particular manera
del sonreír de un
abuelo
cuando ve el reír
de sus nietos
y el mismo vuelve a
verse niño
o el sentir
nervioso de una madre
que vuelve a ver al hijo ausente
o la de cualquier
humano
ante un jardín de
flores
que no sabe cuál
flor ver primero
o la del hijo que
bajo un cielo
de estrellas revive a su madre
igual la del reír
de un niño
ante cualquiera
morisqueta
son las esencias de
la belleza
que nos ha creado
la naturaleza
para el mejor sostén
de la vida
Y en
estos días que corren, más que otros, propicio para mentir bajo mantos
“piadosos”, y por contrapartida, aún más urgente, para decir la verdad, los
hijos de los hijos de los hijos –los hijos del presente y del futuro-, en un
alto que hicieron de sus juegos en el patio de mi alma, cruzando sus piernas se
sientan en mesa redonda sobre el piso, y sus inocencias, construyendo un surrealismo
azul que irá abriéndose en sol, comienzan en susurro un diálogo: ¿en verdad qué es lo que llaman navidad?
¿realmente es un espíritu, paz, amor, felicidad? O ¿cruda realidad: sólo es un “espíritu”
o trajín comercial que a fuerza de una publicidad milenaria, lo visten de paz,
amor o felicidad? Pero ¿paz, amor,
liberación, felicidad de quiénes, para quiénes?
Y se
cruzan sus miradas, y sus océanospupilas, destellan chispas perplejas. Pero, ¿es verdad de que ocurre u ocurrió –y
seguirá ocurriendo- el nacimiento de un niño dios que nos traerá regalos. Y
después, vendrán unos señores que llaman Reyes Magos a adorar a ese niño, y
también nos darán regalos? Y las chispas como queriendo hacer fogatas se
avivan ¿Pero esos regalos no son los mismos que con su trabajo y amor adquieren
nuestros padres y abuelos, u otros que nos quieren, y nos los dan como sus ofrendas?
¿Por qué bajo esa navidad nos ocultan ese
esfuerzo y ese amor simbolizado en esos regalos? ¿Pero por qué nos lo ocultan? ¿para
qué nos hacen creer que ese engaño puede ser una real y verdadera manifestación
de amor? ¿y acaso es amor, justicia, verdad que la navidad nos divida en niños buenos
y niños malos, malcriados, los que se portan bien y los que se portan mal…?
Y esa navidad cuenta que ese niño fue concebido entre María y un espíritu santo, y luego nace para liberarnos. Pero ¿liberarnos de qué, de quiénes? ¿Y ese niño por qué no fue concebido bajo el amor real de sus padres, y
luego nace, como nosotros? ¿Por qué se oculta el hermoso hecho de la concepción
bajo un pretendido acto “divino”? ¿Y eso de tener hijos a escondidas, cualquiera
que sea el pretexto, no es lo mismo lo que hoy la sociedad condena? Entonces,
en verdad, ¿todo lo que cuenta la navidad es hecho real o simplemente
leyenda como ese cuento ingenuo pero interesado del viejito San Nicolás, Santa Claus o Papá
Noel, que habita en el polo Norte y desde allí cruza el mundo para traernos regalos? Y el hermanito mayor, más enterado en leyendas y mitos, acota... si, ciertamente, es un cuento que cuenta que siendo obispo actuó en Turquía como San Nicolás, donde se dice que de su fortuna daba regalos a los niños. Pasa a Nueva York e Inglaterra como Santa Claus, y finalmente, en Francia es Papá Noel. Es una mutación hecha por la religión y la industria-comercio. Un producto, que en su ultima versión, fue recreado por la compañía Coca Cola, a comienzo del siglo XX, década del 1930. Y de esa fecha hasta nuestros días se popularizó...Dense cuenta que los colores de la ropa que usa, son los mismos que usa la marca Coca Cola. Luego el cine comercial-religioso lo extendió y afianzó en el mundo. Y le ha producido una inmensa fortuna, como al comercio mundial, a costa de nosotros ¿pero cómo, ese es el "Santo" que nos "trae" regalos? Y los demás hermanos quedaron pasmados al ser develado el personaje, y todos entendieron el tamaño engaño del que son objeto por una alianza de la industria, comercio y religión.
Y con
el mismo tono preguntón, curioso, siguieron interrogándose, arrugando cada vez
más sus entrecejos, alternados con el paréntesis de sus leves sonrisas, cada
vez más amplias, y sus rostros salpicados de asombros, perplejidades, como las respuestas
que entre ellos mismos se daban.
Y yo
a su vez, en entresueños, a causa de ese febril dialogar de los
niños, repregunto ¿Y puede haber verdadera navidad en un mundo
dominado por la violencia bajo sus formas de pobreza, epidemias, el crimen, la
guerra, hambrunas, masacres, el engaño, el miedo-temor, el odio, el desamor, los
negocios para enriquecerse, y en general, todo género de privaciones? O
simplemente, ¿no es ella, por una parte,
solo una ficción-ilusión que a la fuerza
se le hace “una verdad”, por repetición sistemática y milenaria, que llega a velar
esta violencia, y acostumbrarnos a convivir con ella. Y por otra parte, es
parte del fundamento de la institución del comercio mundial?
Y como
vemos todos los días, ¿pueden vivir real navidad aquellas madres que las
adversidades de la vida les arrebatan sus hijos, o aquéllos que piden o reciben
mendrugos para subsistir o los que no tienen donde guarecerse o que no pueden
adquirir suficientes bienes para alimentarse, o que no tienen empleos estables,
ni educación ni salud ni completa sanidad, o los que se encuentran preso por
disentir o porque roban o matan para vivir. O aquéllos que realmente no ven, no
oyen, no sienten porque lo domina la ignorancia, el miedo, el culto, etc., etc.?
En verdad, en la desnuda realidad, ¿ellos, esa gran mayoría social, reciben, "viven" una “feliz navidad”? ¿cómo puede ser un vivir verdadero bajo estas
condiciones? Y como síntoma de estos tiempos, que ejemplifica esta cruda
realidad, hoy en el mundo hay un pequeño país en geografía y en población, pero
que sin embargo, es “líder” por las graves calamidades, sumatoria de todas las
anteriores señaladas, que padece: y él es Venezuela, quien ostenta este sitial
mundial de “grandeza” ¿qué real y verdadera navidad podrá “vivir” el venezolano
en permanente angustia por conseguir los bienes de su vida cotidiana, y bajo
ese peso del culto chavismo-bolivarianismo-socialismo revolucionario, que lo obliga “vivir” bajo un constante engaño?
Pero dos
hijos –una hija y un hijo-, de pocos meses de nacidos, llaman mi atención porque
rápido ellos atajan a sus hermanos mayores, y en coro les dicen: pero mejor
oigan esto, que responderá a todas sus preguntas: una noche, en el vientre de nuestras madres, soñamos con un caballito
azul que corre y corre sin parar por unos campos verdes que corren y corren
sobre los rieles de un rayito de luz que el sol talló en sus mediodías, y en la
noche, la luna en sus fases, lo pulió. Y nosotros oíamos el ritmo musical de
ese tallar del sol y ese pulir de la luna, y el caballito azul, oyendo también
su son, relinchaba sin parar de amor y alegría…
Y los
otros niños, también en coro lo atajaron… miren
hermanos, nos parece que ese sueño es casi el mismo cuento que nos contaron nuestros
padres, que a su vez, ellos lo leyeron en una pinturita de un caballito azul
que alegre corría sobre los rieles de un rayito de sol. Y esa pinturita la
pintó un querido amigo de los abuelos, que se llama Luis Luksic que vivió toda
su vida pintando, viendo a su caballito azul galopando. Y los dos
pequeños, un poco amoscados, le ripostan: ¡pero
lo que importa que eso que contamos es el sueño que contiene una verdad anidada
en el vientre de toda madre, aún por conocer, y que debemos aprender a conocerla
para construirla, y llegar con ella a vivir la vida verdadera, y así empezar a
resolver todo el padecimiento que existe, y que hoy bajo engaño, se tiene como
vida! Entonces, al unísono, se ponen de pie: ¡vamos a vivir con la verdad y por la verdad. Pongámonos a construir
esa verdad que contiene el cuento del caballito azul galopando sobre campos verdes que corren sobre
los rieles de un rayito de luz! Y yo, en voz baja, agrego: mientras exista este
padecimiento general, que sufren los cuasihombres
de hoy, jamás podrá existir una navidad o
fiesta de fiesta, que mundialmente celebre nuestro nacimiento sobre el planeta
Tierra. Cuando logremos extinguirla si habrá esa fiesta universal.
Y así
caerá el mito. Y se devela la realidad, que realmente en aquella sociedad de aquél
entonces, lo que estaba ocurriendo era el tránsito de la cerrada familia
matriarcal a la familia patriarcal, y de paso, reafirmar que toda concepción en
la vida orgánica es producto de la fusión de células, y en la humana, bajo la
unión que se produce por el amor terrenal, real y verdadero. Y que ésta es una
verdad fundamental, la única que funda la familia. Pero ¿por qué esta verdad de
la historia y de la biología se oculta bajo un mito religioso? ¿quién se
beneficia de este engaño? Y es ésta, una hermosa verdad, la real realidad, que
construye unión en amor, justicia, libertad y belleza ¿Por qué ocultarla bajo
un mito-dogma que avala una presunta “potencia divina” venida del cielo? Quizás
eso podría pasar como un “bonito” cuento –como tantos otros-, pero que hoy
sabemos que es una reminiscencia de la mitología griega, donde los dioses “tenían
hijos”. Pero nunca, jamás, podrá ser una verdad, real realidad, menos ocultar,
un hermoso hecho humano.
Y siguiendo
el cuento, hoy, estos hijos de hijos, andan tallando de día su vivir, y de
noche, en sus sueños, puliéndolo para un mejor vivir… siempre viviendo en pos
de la verdad… Y bajo una pura, y auténtica verdad, fraguada con trozos de futuro,
construyen su propia navidad, ajena a la que por tradición y creencia
religiosa, este tiempo ha venido ofreciendo bajo un engaño repetido. Porque la
navidad, que por milenios, nos han venido vendiendo, como “hecho divino”, es
toda una “creencia” milenaria –devenida en un comercio organizado e
institucionalizado- que a fuerza de tradición repetida por siglos se quiere
hacer real verdad, realidad.
Y un
sentimiento vital que flota, como atmósfera, en el patio de mi alma, estimulado
por las interrogantes que avivan la mente de mis niños, en rebeldía manifiesta:
que por muy “santa” o “divina” o “espiritual” que sea una leyenda, mito,
cuento, profecía, tradición o creencia religiosa, ésta nunca puede ni podrá
convertirse en verdad, jamás fantasearse para hacerse real realidad bajo
ninguna forma de realismo mágico, mucho menos, cuando se sabe que lo que se quiere
es preservar un Poder -sea terrenal y/o “extraterrenal”-,
sobre la vida del hombre. Y, porque, la mentira o engaño, por muy “bella” que
se le presente, bajo mucho “amor” que se ofrezca, nunca enseña ni construye
verdadero amor, libertad, justicia, alegría, y bondad, mucho menos, mutarse en
verdad, en real realidad. Siempre es, y será, una mentira, un engaño, por
muchos que sean los siglos que subsista bajo la forma de tradición religiosa,
que en el tiempo se hace praxis social para instituir una -de las tantas-
“escuela” de la ignorancia. Y la mentira o engaño, bajo la forma que sea, el
propósito o intensión que tenga, y cualquiera sea el tiempo que dure, siempre
es, y será, una agresión a la inteligencia, al espíritu, al alma humana.
Y porque
esta convicción está inscrita en el tiempo porvenir, es que de esa navidad que
construyen mis niños, tomo pociones de ella para también hacer la mía, fundida
a las vivencias-remembranzas de mis madres, Carmen Susana, Carmen Ramona,
Andrea Josefina, Luna, y la abuela Ana, todas en una sola, la madre perenne, a
nombre de todas las madres de la tierra. Y durante estas noches –y todas las
del real tiempo-, salgo al palio cubierto por un cielo de estrellas, y me pongo a vivir bajo los efluvios que llueven de sus espíritus. Y recuerdo, que de ellas, cuando
niño, también oí el mismo cuento del caballito azul, y aquí lo sigo oyendo, y luego, lo seguiré oyendo allá con ellas. Y entre las
constelaciones, Osa mayor y Osa menor,
montado sobre la estrella Polaris,
siempre miro el correr del caballito azul, relinchando de amor por toda esa
región del océano azul cielo. Y es de ellas -mis madres-, y de ellos -hijos de hijos-, que me hago la navidad que vivo, no sólo en cada diciembre, sino en la
fusión de todos los tiempos, en cada fragmento del tiempo de la vida.
Y qué
inmensa alegría siento porque sé que otros, también, viven con esta navidad. Y
otros, que aún no la viven porque hoy padecen una oscura y cruel realidad, más
luego, mañana, despojado de ella, también la vivirán. Entonces, todos la
viviremos por todos los tiempos bajo el espaciotiempo del Universo. Y entendida
así esta navidad, con este sentido –la verdad, siempre la verdad-, y muy adentro,
en la profundidad de cada uno de nosotros –real gozo y alegría-, como una
auténtica realidad, podemos decir ¡feliz navidad y tiempo porvenir!