jueves, 17 de mayo de 2007

EL HOMBRE: EL MISMO EL PROPIO POEMA


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En sus HOJAS DE HIERBA, el poeta Walt Whitman, nos señala de modo indirecto, la razón, la causa del mal tiempo que hoy al hombre le ha tocado vivir: un tiempo fundado en un HACER que niega la "soberbia amistad" que le concibe el poeta. Y por el contrario, en forma directa, con precisión en sus Hojas, le señala la solución: un tiempo, una vida, un HACER, fundado en “una soberbia amistad” ¡El amor entre los hombres! Reflexionemos, y con sentido de proyección, este breve poema de Witman:

A Oriente y a Occidente
Al hombre del Estado Marítimo y de Pennsylvania,
Al canadiense del norte, al meridional que yo amo,
Estas hojas; sé que os pinto tan bien como a mi mismo,
los gérmenes están en todos los hombres,
Creo que el fin principal de estos Estados es fundar una soberbia amistad,
exaltada, desconocida antes,
Porque comprendo que ella espera, y ha esperado siempre, latente en todos los
hombres.


Nosotros, prolongando a Whitman, decimos:

“A Oriente y Occidente”, a todo punto del planeta Tierra, a cada punto del Universo, cuando logre habitarlo, el hombre deberá “fundar una soberbia amistad, exaltada, desconocida antes”. Y si aún no la ha echo, como en efecto así lo es, debe saber que está en mora con este mandato universal natural. Y también debe saber, profundamente, en su conciencia, que esta tarea universal, “una soberbia amistad”, está en “espera, y ha esperado siempre, latente en todos los hombres”. Por que “los gérmenes están en todos los hombres”

Y cuando el hombre, por fin, decida sustituir la actual historia, por otra, fundada sobre esta “soberbia amistad”, advendrá ese momento glorioso, esperado, el momento de la construcción de la Humanidad plena, la Humanidad porvenir: una Humanidad fundada en el amor, sobre “una soberbia amistad”. Y habrá de ser así, porque “los gérmenes están en todos los hombres (…) Porque comprendo que ella espera, y ha esperado siempre, latente en todos los hombres”.

Y frente al actual estado de cosas que hoy vive el hombre, y que configura, su actual malvivir, “ella”, la Humanidad de “soberbia amistad”, constituye su más hermosa y cara esperanza. Diríamos, la madre de todas las esperanzas.¡Estamos en espera por ella!
¿Podríamos OTRO HACER hacia ella?

¿Y podría una sociedad, un tiempo, una Humanidad, crear su propio espacio, su tiempo y su historia sin la compañía de la alegría? ¿Y cómo habría de ser esa alegría? Otra vez, le damos la palabra al poeta Whitman, y traemos fragmentos de su Canto de Alegrías

CANTO DE ALEGRIAS

¡Oh, componer el canto más jubiloso!
¡Lleno de música –lleno de virilidad, de lo femenino, de lo infantil!
Lleno de ocupaciones comunes –lleno de mieses y de árboles.
¡Oh, las voces de los animales –oh, la rapidez y el equilibrio de los peces!
¡Oh, encerrar en un canto la caída de las gotas de la lluvia!
¡Oh, encerrar la luz del sol y el movimiento de las olas en un canto!
¡Oh, la alegría de mi espíritu –ha escapado de su jaula- parte como el relámpago!
No me basta poseer este mundo y el tiempo limitado,
Poseeré millares de mundos y el tiempo infinito.
(…)
¡Oh, el paseo gozoso por campos y laderas!
Las hojas y las flores de las hierbas más comunes, la quietud fresca y húmeda de los bosques,
El olor exquisito de la tierra en la aurora y durante toda la mañana.
(…)
¡Oh, la alegría de esta vasta simpatía elemental que sólo el alma humana es capaz de engendrar y emitir en ondas constantes e ilimitadas.

¡Oh, las alegrías de la madre!
Las vigilias, la resistencia física, el amor precioso, la angustia, la vida pacientemente ofrecida.

¡Oh, la alegría del aumento, del crecimiento, de la recuperación,
La alegría de arrullar y pacificar, la alegría de la concordia y la armonía.

¡Oh, volver al lugar de mi nacimiento,
para oír cantar a los pájaros una vez más,
Para vagar por la casa, por el granero y los campos otra vez,
Y por el huerto, y por los viejos senderos otra vez.
(…)
Oh, la alegría de mi alma, que se apoya en equilibrio sobre si misma, que recibe la identidad a través de la materia y que la ama, que analiza las personalidades y las absorbe,
(…)
¡Oh, concebir el espacio!
La abundancia de todas las cosas, que no tiene límites,
Salir y ser del cielo, del sol y de la luna, de las nubes vagarosas,
Confundirme con ellas.
(…)
¡Oh, la alegría de un yo viril!
No ser esclavo de nadie, no deber deferencia a nadie, a ningún tirano conocido o desconocido,
Marchar erguido, con pasos vivos y elásticos,
Mirar con mirada calmada o con ojos relampagueantes,
Hablar con una voz llena y sonora, que sale de un pecho robusto,
Poner frente a mi personalidad todas las otras personalidades de la tierra.
(…)
¡Oh, hacerme a la mar en un navío!
Abandonar esta intolerable tierra firme,
Abandonar la monótona uniformidad de las calles, de las aceras y de las casas,
Abandonar, oh tierra sólida e inmóvil –embarcarme en un navío,
Y ¡navegar, navegar, navegar!
(…)
¡Oh, hacer de la vida, desde ahora, un poema de nuevas alegrías!
¡Bailar, batir palmas, regocijarme, gritar, saltar, rodar y rodar, y navegar siempre!
Ser marinero del universo, dirigirme a todos los puertos,
Ser el navío mismo (contemplad, en efecto, estas velas que despliegan al sol y al viento),
Un navío veloz que hincha sus velas, lleno de palabras fértiles, lleno de alegrías.

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