Cuando miras una
flor
o una mariposa o
una chicharra o una libélula
u oyes el llanto
de un niño al nacer
estás mirando
estás oyendo estás sintiendo
el sagrado
silencio
la vida que aún
en tan breve tiempo
sí puede vivir
porque la vida en
cualquier forma
es para vivirla
Aún marchita la vida sigue
sabes ¿quién es esta flor?
sabes ¿qué es esta flor?
sabes ¿quién me dio la flor?
o ¿sabes leer el código de esta flor?
y si acaso un signo suelto de esta
flor
¿qué hacemos para ir hacia dónde?
enfrente el misterio de las preguntas
y en verdad no sé cuál de ellas a
donde lleva
pero si se de dónde viene la flor
aunque aún no sé porque se vino
conmigo
quizás por mandato secreto de la
naturaleza
o quizás porque fue el mandato de un
instinto
que tampoco sé si fue animal o humano
pero si sé que es un clavel rosa en
silencio
que quiso prender en mis manos
Y la flor callada llegó muy marchita
estropeada por el maltrato del viaje
y porque sospechaba mi pretensión
de pedirle seguir testimoniando la vida
pero cuando la puse a beber el agua
fresca
al instante maravillosa asombrosa
vida!
la flor resucitó y en sus vivos colores
el alma de nuevo volvió a cantar
y si es anuncio de que quién me la dio
algún día al aire y en las aguas puras
también habrá de resucitar y volverá
andar
adornado de un leve sonreír de niño y
un ritmo al caminar como el de aquel
río manso
Celebré su vuelta a la vida
y con devoción la puse en improvisado
altar de mi mesa
como un estandarte entre imágenes pulsando
hálitos
el amado niño en su reír de eternidad
y el inmaculado amor que ancla mi
existencia
el encuentro de las edades que celebro
la entrega de un beso a una bella abuelita
centenaria
quien sobre su nave enhiesta al mar
lista zarpar
en la cumbre del tiempo otra vez vuelta
niña
replicaba a interrogantes casi en obsesión
solo querer siempre vivir
y se hizo juramento sobre aguas
turquesas
En el encuentro de las edades la vida siempre ha de florecer
Y allí interrogando en corto tiempo la
flor mutó su vivir
mustió sus colores y vistió una serena
melancolía
la vida pujando una nueva vida como la
madre con su vientre
bajo los acordes de un scherzo en un lejano órgano
que realza el alma ahora de apacible
belleza
y en esas notas flotando sobre el mismo
altar de la mesa
imperceptible tejió una cúpula de
silencio
almacén de señales eternas de los que van
a ignotos lares
y voces de los que están presentes siempre
con nosotros
aunque a distancias muy allende al mar
y nos encienden
constantes fragmentos de su amor y
alegría
para que no nos detengamos en medio
del camino
y con ellos seguir adelante en la arquitectura
la vida que debe continuar bajo ese
juramento
siempre vivir que nos deja la abuelita
como banderola
pero ¿quedan respondidas las
interrogantes o se suman a
aquellas ancestrales del hombre que
aún espera?
aunque como la vida misma han de seguir abiertas
y silbando en las estaciones del
camino
llegar a encontrarlas y extraer la
esencia
En esa dirección después de la flor estamos nosotros