sábado, 28 de noviembre de 2015

A dos entrañables amigos





Lo mismo que el mar
ama a sus peces
también la amistad
hecha hermandad ama
a los amigos verdaderos
en cualquiera circunstancias



Hola! amigo Enrique Mata…, mata de apellido, y también de planta verde porque siempre has vivido, y como decimos los carupaneros, aún vive. Y vives por tus propias ganas de vivir, y también porque estás lleno de amor, de tu sustancia imperecedera: Miriam.

Y tiempo tenía sin saber nada de ti, y también de ella, Miriam, tu amor cosida a la piel de tu cuerpo,  pero por una voz querida, y luego en prosa LA DIFICIL TRAVESIA DEL VIVIR, del 21 de octubre, en Embusteria, supe de ambos, porque es imposible saber de ti, sin saber de tu otra mitad,  de  Miriam, en quién tú mismo te ves y vives, viéndote en la sonrisa y vida de ella, sonrisa y vida que la hizo –y la hace- presencia permanente. Y hablo en presente, porque se ama siempre en presente.

Y en ese día me enteré de un acontecimiento, el que hondo ha estremecido tú Ser, tú alma. Acontecer que quiso apagar tu risa, tu alegría, interrumpir tu vivir. Y es que este tiempo –mal llamado de vida-  no tolera que realmente se viva, y menos vivir repartiendo ganas de vivir, y sin límite. Porque este tiempo existe para estar constantemente amenazando en el derecho a la vida, interrumpirlo cada vez que pueda, querer siempre provocar la ruptura de la vida verdadera, sobre todo, cuando se trata de una vida que se vive con amor: Miriam. Pero, ¿acaso, lo logró?

Creo que ciertamente logró una cisura física en tu vida, pero sólo eso: una cisura física, y no habrá que cansarse de repetir que solo es física, carne que te estremeció el alma,  pero en contrapartida profundiza una realidad absoluta, tu hermosa realidad, la del amor, almacenado en Miriam, como delicada vasija de arcilla, que ahora crecerá en ti, en el infinito de siempre… y ahora, ese he vivido para seguir viviendo registrarás como onda e imborrable huella en tu biografía, y se acrecentará para que tú y Miriam vivan para siempre en la más alta condición de espiritualidad, que ha de seguir redefiniéndote como Ser concreto humano.


Y en mí, en nosotros, tus amigos, dónde tu amistad desde  hace tiempo se hizo hermandad,  con el corazón en las manos, aunque temblorosas, te digo, decimos, Enrique, pa’lante está la vida. Y es imprescindible, necesaria seguir cultivándola para que sigas amando a Miriam. Y con esa vida, verdadera -que podemos vivirla pese a este tiempo, haciendo del dolor un aliado para fortalecernos en su conquista definitiva-, mi abrazo, nuestro abrazo, de honda solidaridad de hermano.


Y es una solidaridad como la de este trozo de mar caribe que te ofrendo… No, hermano, no es de Margarita, es de Carúpano, y si no lo recuerdas, te lo recuerdo, es un trozo caribeño mirado desde Guayacán las flores, y fíjate ese oleaje –comienza caer la tarde con una tenue luz plata-, olas que van y vienen para llevar dosis de vida a la playa de la costa, olas que como olas nunca se separan, como tú y Miriam, dos amores en uno solo para que sigas viviendo, pese a los obstáculos, en risa, en alegría, como tú y ella, lo vivieron, y lo viven.

Hermano Enrique, en mí, guardo esa sonrisa tan particular de Miriam, que recuerdo cada vez que ella nos la ofrendaba, alumbraba su rostro para entregarnos su amistad, y la atesoro como su inolvidable retrato, y con ella a ti… Enrique Pa´lante es que va la vida!


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