Mirando!
que inmensidad la
de este cielo
crepúsculo rosalila
ascendente
para hacerlo más profundo
como lo es el amor
de una madre
pero a pesar de su
inmensidad
solo una barca
pertrechada de amor
en él ara su ruta buscando
la misma
que surca la luna
de diciembre
pintando tras de sí
densa luminosidad
como regadío de su
amor para
sus hijos y los
hijos de sus hijos
¡Qué testimonio de
amor!
madre e hijo
los dos
componiéndose en una dulce sonata
que se miran para
que el amor siempre fluya
como las ramas del
árbol que se rozan para
mutuamente jurarse
que vivirán amándose y
su vigoroso verde
follaje elevando ese amor
como cada rama cada
biografía en el tiempo
y ese árbol que cobija
que reparte la brisa a
madre e hijo en
permanente fusión para vivir
vida que eleva su
follaje para atajar lo mortal
para dar ocasión a
que maduren los frutos y
aún en la ausencia
de uno de ellos siempre
existir para prolongarse
ese mismo amor
entonces, ¿quién está
cortando sus ramas?
Sepultureros
que interrumpen el paso a la savia
intentando
que ese amor de la vida deje de fluir
pero
el amor no cesa imperturbable no cede su sitio
el
amor! ese amor como el manantial que hace al rio
qué naturaleza
tan extraordinaria
qué prodigio
y asombro su potencia
es como
el agua el fuego la tierra el aire
que nunca
se pierden jamás se destruyen
siempre
están allí como materia y energía
solo se
transforman para que la vida siga
y es tan
inextinguible su existencia que
perviven
en cualquier elemento simple
como
una fotografía como dos imágenes
la
madre mira al hijo
el
hijo mira a la madre
e
indetenible solo fluye el amor
para
los hijos de los hijos simientes
para
prolongar ese amor de esa vida
Entonces ¿cuál
ausencia? Si los dos
ella él seguirán mirándose
en el tiempo
el código de su
amor dejándolos fluir
y los segadores podrán
cortar las ramas
pero el tronco terco
pervive en el surco
sus yemas gestando
indetenibles las ramas
sus hijos y los
hijos de sus hijos fluyendo
la vida verdadera indetenible
adelante
el vivir floreando
en el mismo surco